La diabetes mellitus está incluida en el grupo de enfermedades de la civilización. Según los criterios adoptados, la tasa de incidencia de la diabetes varía entre el 3% y el 12%. Este porcentaje es más alto en el grupo de personas mayores de 65 años. La diabetes de tipo II representa casi el 85-90% de todos los casos en los países desarrollados y suele diagnosticarse en personas de 45 años o más. Cabe destacar que en los últimos años ha aumentado considerablemente la incidencia de la diabetes de tipo II, lo que está directamente relacionado con un estilo de vida sedentario, el consumo de grandes cantidades de alimentos procesados y de productos con una alta concentración de azúcar (bebidas azucaradas, aperitivos con alto contenido calórico, etc.). A pesar del continuo desarrollo médico, la diabetes sigue siendo una enfermedad incurable. La principal causa de muerte en personas con la diabetes de tipo II más común es la enfermedad cardiovascular y sus complicaciones.

Según las directrices de la OMS (Organización Mundial de la Salud), la diabetes es un grupo de enfermedades metabólicas que se caracterizan por niveles elevados de glucosa como consecuencia de una secreción o acción anormal de la insulina. Los niveles de glucosa crónicamente elevados en el cuerpo pueden provocar fallos en varios órganos internos: ojos, riñones, corazón y vasos sanguíneos. La clasificación actual de la diabetes se basa en las directrices de la Organización Mundial de la Salud e incluye los siguientes tipos de enfermedad:

(a) Diabetes de tipo I: este tipo de diabetes suele afectar a las personas a una edad temprana. La diabetes de tipo I está causada por daños en las células del páncreas encargadas de producir insulina. Como resultado del daño a estas células, hay una falta total de insulina en el cuerpo. La diabetes de tipo I está determinada inmunológicamente,
b) Diabetes de tipo II – La diabetes de tipo II está causada por dos factores: genéticos y ambientales. El factor ambiental es principalmente la obesidad, que puede combatirse. La diabetes de tipo II también es una enfermedad genética. En muchos casos, afecta a personas mayores, por lo que suele denominarse diabetes senil,
c) Diabetes gestacional: se define como un estado de intolerancia a la glucosa de gravedad variable que se desarrolla durante el embarazo y es una de las complicaciones más comunes del mismo. Las mujeres que han tenido diabetes gestacional corren un mayor riesgo de desarrollar características del síndrome metabólico en el futuro,
d) otros tipos específicos de diabetes causados por daños genéticos en las células pancreáticas.

Para detectar la prediabetes con la suficiente antelación, basta con comprobar los niveles de azúcar en sangre con regularidad. Esta prueba no es complicada y se realiza habitualmente en los centros médicos. Las personas mayores de 45 años deben hacerse un análisis de los niveles de azúcar en sangre al menos una vez cada tres años. Las personas del grupo de alto riesgo deben hacerse un análisis de azúcar en sangre al menos una vez al año, independientemente de la edad. El diagnóstico precoz de la diabetes mellitus permite su tratamiento eficaz y, por tanto, la eliminación de muchas consecuencias negativas de esta enfermedad.

El grupo de mayor riesgo incluye
– personas con sobrepeso u obesidad (IMC >25),
– personas poco activas físicamente, que llevan un estilo de vida sedentario,
– personas cuyos padres o hermanos tienen diabetes
– mujeres que sufrieron diabetes gestacional durante el embarazo
– mujeres que hayan dado a luz a un niño de más de 4 kg
– personas con hipertensión u otras enfermedades cardiovasculares.

El tratamiento de la diabetes de tipo I consiste en mantener los niveles de glucosa en sangre a un nivel determinado que no supere la norma aceptable. La insulina es el medicamento más utilizado. Un paciente diagnosticado de diabetes de tipo I debe estar bajo el cuidado constante de un diabetólogo, y la frecuencia de visitas recomendada es de una vez cada 3-6 meses. El diabetólogo selecciona el tipo y la dosis de insulina adecuados en función de los resultados de la prueba. Los pacientes con diabetes de tipo I deben someterse a un examen ocular anual y comprobar si tienen nefropatía, o enfermedad renal diabética.

El tratamiento de la diabetes de tipo II depende en gran medida de la implicación del propio paciente en la terapia. Para que los efectos del tratamiento sean visibles, es necesario seguir las recomendaciones del dietista y hacer ejercicio regularmente. Si la diabetes de tipo II se ha diagnosticado a tiempo y es leve, no se necesita medicación. Sin embargo, si el nivel de insulina producido por el páncreas es insuficiente, se necesita una medicación especializada. Si la medicación oral no funciona, es necesario un tratamiento con insulina.

Prevenir el desarrollo de la diabetes de tipo 2 significa mantener el peso corporal adecuado mediante una dieta apropiada y ejercicio regular. El ejercicio regular reduce la resistencia a la insulina. Cuando se convive a diario con la diabetes, hay que tener en cuenta varios cambios importantes en el estilo de vida, así como las dimensiones sociales y sanitarias de la enfermedad. El tratamiento depende en gran medida del autocontrol diario, que incluye el control de la dieta, el ejercicio y el ajuste de las dosis de insulina.

Las complicaciones crónicas de la diabetes pueden desarrollarse lentamente durante muchos años y a menudo no producen síntomas. Por eso es tan importante el seguimiento sistemático del estado de salud del paciente y su participación en la terapia. Cada caso requiere un enfoque individual, tanto por parte del médico como del paciente y su familia.

Fuente: Departamento de Familia, Salud y Asuntos Sociales de la Región de Malopolska